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martes, 26 de abril de 2016

RECUPERAR EL SENTIDO DEL TRABAJO


    En muchos de nosotros perviven las ideas de sufrimiento y dolor asociadas al concepto de trabajo, entendido como cualquier obra que la persona ejerce con sus propias fuerzas para hacer que la naturaleza produzca y dé los bienes necesarios para nuestra subsistencia.

 Tras la Revolución Industrial se impuso una concepción del trabajo asociada a la producción y al salario: cualquier actividad que se realizaba a cambio de una remuneración. De este modo el trabajo y quien trabaja se sujetaron a la economía convirtiéndose en mercancía que también se podían comprar y vender siguiendo la ley de la oferta y la demanda. La sociedad se estructuró desde las relaciones salariales y del trabajo. 

     Hoy en día asistimos al drama de los trabajadores: los contratos temporales o parciales, el no reconocimiento de sus derechos, la alta tasa de paro, las dificultades para desarrollar su propia vocación humana; pero dicho drama no es obra de una fatal casualidad sino que encuentra su raíz en un modelo económico de producción y consumo, bajo conceptos tales como neoliberalismo, globalización, flexibilidad, nuevas tecnologías…, que convergen hacia un nuevo modelo de ser humano y de sociedad bajo el signo del individualismo y la competitividad, que se extiende y se hace cada vez más globalizado. Por todo ello, el sentido del trabajo ha perdido hoy su significado y valor al no proporcionar un medio de desarrollo personal, y eso que nos pasamos trabajando, al menos, una tercera parte del día y es la forma de conseguir un capital necesario para satisfacer las necesidades básicas. 

     En el Magisterio de la Iglesia el trabajo aparece como clave para la cuestión social. No podemos seguir considerándolo desde la lógica del rendimiento económico; nunca el capital puede ser el criterio que le dé el valor al trabajo. Todo ha de ser puesto en función de la persona. Desde esta dinámica, se nos anima a: priorizar el trabajo frente al capital, a que sirva de base para los derechos laborales, a recuperar el sentido de la producción desde la satisfacción de las verdaderas necesidades humanas y a asemejarnos a Cristo como trabajador. Atentar contra la dignidad del trabajador, desde condiciones laborales denigrantes o reduciendo al obrero a un mero instrumento del sistema de producción, va en contra de la vida, se atenta contra la integridad de la persona y se va contra el proyecto de Dios al degradar a la persona que es la obra cumbre de la Creación. 


José Luis Fernández Orta Presidente de la HOAC en Málaga 




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